Informe Ethos Nº 23 (2002)

Solidaridad

 

El hecho

1.- Las inundaciones del mes de junio hicieron reaparecer el rostro oculto de Chile, los pobres.  En medio de tanto desastre predomina una palabra: solidaridad; y una escena: tender la mano (ropa o dinero) hacia la víctima.  Además, en honor del jesuita chileno Alberto Hurtado, durante agosto se celebra el mes de la solidaridad.  Pero, ¿qué significa exactamente la palabra solidaridad?

Comprensión del hecho

2.- Culturalmente, la palabra solidaridad connota dos significados.  El que predomina hace referencia a la ayuda del rico hacia el pobre, del que tiene hacia el que no tiene.  En este caso, la solidaridad es considerada como un acto de generosidad que nace de la buena voluntad, pero, estrictamente hablando, no se considera como una obligación o un imperativo ético.  Por ello, la solidaridad resalta el buen corazón del donante y se limita a actos puntuales y concretos.

3.- Pero también existe un segundo significado. La solidaridad es la expresión humana de la responsabilidad social del individuo y de la sociedad con el otro y entre todos. Por ello, la solidaridad se considera como una exigencia humana, ya que todo individuo es un ser social, forma parte de una sociedad, y la realización del individuo pasa necesariamente por la realización de cada uno. Vivir es convivir. Entre el yo y el se crea un nosotros que permite, a su vez, la realización del yo y del . Convivir no es un vivir al lado del otro (comprensión meramente espacial) sino una condición de la existencia humana (comprensión antropológica que destaca que el ser humano es un ser relacional, es decir, se realiza relacionándose con el otro).

4.- En este segundo sentido, la solidaridad no es un acto puntual de generosidad sino un imperativo ético, una obligación moral.  El centro no se encuentra en el donante sino en la humanidad como espacio común entre todos y, por ello, la solidaridad se transforma en una condición de existencia para todos.  No se tiende la mano desde arriba hacia aquel que se encuentra abajo, sino se camina junto con el otro; no es una visión verticalista de la sociedad sino una horizontal, donde no se tiende una mano paternalista de un grupo social hacia el otro, sino se estrecha la mano del otro desde un reconocimiento de la igual dignidad.  Por ello, la solidaridad no significa dar de lo que le sobra a uno, sino constituye una expresión de amor por los semejantes.  Así, el horizonte de la solidaridad incluye el acompañar en el dolor, el hacer del otro un prójimo, un cercano, en sus momentos difíciles.  El otro llega a ser un prójimo en cuanto uno se acerca a él.

5.- El Diccionario de la Lengua Española define la solidaridad como un modo de derecho u obligación in solidum; adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.  Así, etimológicamente el concepto ha experimentado un proceso de evolución al trascender el ámbito legal para formar parte del lenguaje cultural contemporáneo.

6.- En el ámbito jurídico existe una obligación in solido cuando cada deudor puede ser llamado a responder a la totalidad de una deuda contraída por varios sujetos.  Los varios deudores se obligan a responder por la totalidad de una misma prestación.  Generalmente, se supone que del concurso de varios sujetos a una misma acción corresponde una parcialidad de obligaciones, es decir, cada sujeto responde por su parte en la intervención.  Pero cuando se declara la solidaridad, queda derogada la parcialidad a favor de la totalidad.

7.- El concepto de solidaridad ocupa un lugar privilegiado en la visión cristiana.  La Sagrada Escritura es el relato de la historia solidaria de Dios con la humanidad y la condición humana de creatura llega a significar una superación de la mera dependencia por la responsabilidad en un contexto dialogal entre Dios y la humanidad.  Es decir, la comunidad divina (el misterio de la Trinidad) se revela como comunión con la humanidad en la Persona de Jesús, el Cristo, e invita a lo humano a compartir una vida de común unión con lo divino y entre sí.  La experiencia de la solidaridad divina se convierte en responsabilidad ética de solidaridad en las relaciones interpersonales y su estructuración en instituciones (cf. Jn 13, 34 – 35).

8.- La solidaridad, afirma Juan Pablo II, no es “un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas.  Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (Sollicitudo Rei Socialis, 1987, No 38).  El Catecismo de la Iglesia Católica entiende la solidaridad como una ley (361), un principio (1939), un deber (2439) y una virtud (1942, 1948, 2407).

9.- El Beato Alberto Hurtado s.j. (1901 – 1952), inspirador del mes de la solidaridad en Chile, escribió: “Cristo se ha hecho nuestro prójimo, o mejor, nuestro prójimo es Cristo que se presenta a nosotros bajo una u otra forma; preso en los encarcelados, herido en un hospital, mendigo en las calles, durmiendo con la forma de un pobre bajo los puentes de un río.  Por la fe debemos ver en los pobres a Cristo y si no lo vemos es porque nuestra fe es tibia y nuestro amor imperfecto”.  Por consiguiente, “la verdadera devoción no consistirá solamente en buscar a Dios en el cielo o a Cristo en la Eucaristía, sino también en verlo y servirlo en la persona de cada uno de nuestros hermanos” (Humanismo Social, Santiago, Editorial Difusión, 1947, pp. 30 – 32).

10.- Esta comprensión de la solidaridad tiene profundas raíces bíblicas.  “Yahvéh dijo a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel?  Contestó: No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?” (Gén 4, 9).  La respuesta de Caín contrasta radicalmente con la afirmación de Jesús: “En verdad les digo que cuanto hicieron a unos de estos mis hermanos míos más pequeños, a Mí me lo hicieron” (Mt 25, 40).  Así, mientras Caín desconoce a su propio hermano, Jesús se identifica con los más débiles de la sociedad, haciéndose su hermano.

Implicaciones éticas

11.- El concepto de solidaridad, y desde distintas perspectivas, significa una preocupación por el otro que se traduce concretamente en un hacerse cargo de él, un hacerse responsable del otro.  Pero la solidaridad no se limita al concepto de igualdad, porque no afirma tan sólo el reconocimiento del otro en su alteridad sino también sostiene la opción de asumir los intereses del otro (individuo o grupo) como propios y la consecuente responsabilidad colectiva frente a las necesidades del otro.  La solidaridad, por ello, dice relación a una lógica de acción colectiva.

12.- Por consiguiente, la comprensión ética de la solidaridad no es ni ambigua ni confusa, tampoco difusa.  No todo acto o gesto puede definirse éticamente como solidario, ya que la solidaridad no es tanto un acto puntual (como dar una limosna de vez en cuando) cuanto una opción de estilo de vida, una manera de comprender la humanidad, un modo de relacionarse con el otro.

13.- La solidaridad es una obligación moral porque responde a la condición humana, ya que ningún individuo puede auto-realizarse prescindiendo de los demás.  Sólo en el nosotros se realiza el yo y el .  La interdependencia es una condición humana.  Así, quien no es solidario (abierto al otro) es solitario (encerrado en sí mismo), porque sólo en la apertura hacia el otro se encuentra el yo.  Por ello, la solidaridad constituye una necesidad social, ya que su ausencia produce violencia e inestabilidad.

14.- El interrogante sobre el por qué ser solidario equivale a preguntarse sobre el por qué de la condición humana.  Es justamente esta condición humana que supone y exige la solidaridad, ya que es una cuestión de sobrevivencia colectiva y realización personal.  Por tanto, la única pregunta posible versa sobre la aceptación de la propia humanidad.  Se tiene en común la existencia, pero vivir humanamente resulta ser una opción personal que tiene consecuencias inmediatas sobre los otros.

15.- La solidaridad se construye a partir de la empatía (la experiencia del estar con el otro) y se hace realidad en el compartir (la entrega del ser para el otro, cuando el dar deviene un darse).  La empatía ética es la capacidad de sentir y asumir la condición humana como una responsabilidad entre todos, y, por ello, implica la vulnerabilidad frente a las necesidades ajenas.  El interesarse (inter esse, es decir, estar entre) por el otro significa participar con él, al sentirse formando parte de su vida.  La empatía se hace auténtica en la medida que se haga disponibilidad para compartir (que el estar con se transforme en el ser para), sea a nivel de recursos materiales (distribución justa de la riqueza, igualdad de oportunidades para todos), como también de los recursos humanos (tiempo, acogida, creatividad, etc.).

16.- Desde  el punto de vista ético, la solidaridad es la síntesis entre el amor y la justicia.  La justicia es la expresión efectiva del amor afectivo.  La justicia conoce los derechos y cumple los deberes, moviéndose preferentemente en el plano de lo objetivo.  El amor compromete subjetivamente, cuando el otro es más que un simple sujeto de derechos y de deberes, ya que entabla relaciones con el otro, dejando de ser un otro impersonal, y recobrando su nombre y su apellido.  Así, la solidaridad integra la subjetividad del amor y la objetividad del compromiso.

17.- La idea de solidaridad es básicamente un concepto relacional (una manera determinada de relacionarse con el otro) que se verifica (es decir, se hace verdad) en el compromiso expresado mediante actos concretos, fruto del respeto por la dignidad de cada persona humana, independiente de su grupo social.  Por ello, la solidaridad es la negación del paternalismo que considera al otro como un ser inferior y lo condena a una permanente dependencia.

18.- La opción solidaria personaliza al necesitado en la sociedad - que puede ser el excluido de sus beneficios, como también el discapacitado o el que ha padecido pérdidas o sufrimientos - porque entabla una relación interpersonal en la cual el otro es reconocido como persona humana.  La mentalidad de la limosna reduce al otro a un objeto de la bondad del donante; la mentalidad solidaria asume al otro como un sujeto necesitado, dándole una oportunidad en la sociedad.  En una cultura de consumo, el otro es valorado por lo que tiene; en una mirada solidaria, el otro es considerado por lo que es.

19.- La meta social del país es hacer del ciclo vicioso de la pobreza un círculo virtuoso de la solidaridad que ennoblece a la persona y a la sociedad, haciendo del patriotismo un verdadero amor por la gente que convive en el mismo territorio, compartiendo un pasado común y proyectando un mejor futuro para todos.  Sin embargo, esto exige una labor pedagógica de educar para la solidaridad, fundada en la igual dignidad y correspondiente derechos de toda persona humana, independiente de su grupo social.

Elementos para el discernimiento

20.- El actual Presidente del Banco Mundial, James D. Wolfensohn, insiste en que “ha llegado el tiempo para cambiar nuestra forma de pensar.  El tiempo para darse cuenta que vivimos juntos en un mismo mundo, no en dos: esta pobreza se encuentra en nuestra propia comunidad, dondequiera que vivimos.  Es nuestra responsabilidad” (Praga, 26 de septiembre del 2000).

21.- Sólo una sociedad con sentido solidario hace posible la implementación de políticas sociales que buscan una igualdad de oportunidad para todos y cada uno.  Sin este apoyo de todos los sectores de la sociedad resulta llanamente imposible disminuir la pobreza, porque la solidaridad significa renunciar a unos intereses frente a otros más urgentes, no cediendo a la presión de las demandas políticas sino priorizando las necesidades sociales.

22.- Es el principio de equidad que plantea una discriminación positiva.  En una situación de igualdad de oportunidades se aplica el principio de igualdad (tratar a todos de manera igual).  Pero, en una situación de desigualdad se propone el principio de equidad (tratar a cada uno según su necesidad).  La discriminación positiva pretende justamente crear una situación de igualdad de oportunidades.

23.- Hace falta que la palabra solidaridad pase de los labios (el hablar) al corazón (el sentir), para que la cabeza (el pensar) dirija las manos (el actuar) en la construcción de una sociedad donde, de verdad, todos tengan cabida digna y donde cada uno sea respetado en su dignidad de ser persona humana.  El sueño de un Chile solidario debe ser un factor de unión entre todos los sectores sociales, donde las legítimas discrepancias sólo expresan caminos de mayor eficiencia en el logro de la meta, pero siempre respetando la dignidad de las personas (no son objetos de la caridad) y su protagonismo en la sociedad (son sujetos en una acción solidaria entre todos).

24.- La solidaridad puede llegar a ser la base de un ethos nacional, capaz de hacer converger distintos pensamientos y diferentes credos, porque, en el fondo, ser patriota significa ser solidario.  De esta manera se genera un ethos del reconocimiento de todo otro como una persona humana, un sujeto o un co-sujeto en la sociedad.  Esto no depende primariamente de los otros sino de cada uno del nosotros.  La pregunta no versa sobre lo que está haciendo el otro, sino sobre lo que yo estoy haciendo.  Así, se pasa de un conocimiento teórico de la pobreza al encuentro con la persona que es necesitada.


Los primeros veinte números del Informe Ethos

han sido publicados en un libro titulado:

Agenda valórica en Chile: sugerencias para el diálogo

(Santiago: Editorial Santillana, 2002)

Este libro está a la venta en la Universidad Alberto Hurtado (Almirante Barroso Nº 6. Santiago)